Sobre el extractivismo
Un breve ensayo de la materia ambiental en Argentina
En Noviembre de 2023, Javier Milei fue electo por el 56% de los votos como nuevo presidente de la Argentina. El presidente denominado como “libertario”, “anarcocapitalista” o “minarquista”, llego al sillón de la rosada prometiendo recorte fiscal, aumento del salario en dólares y baja de la inflación, todo esto sostenido por un fuerte ajuste sobre la denominada durante la campaña “casta política”. Entre discursos novedosos y planteos del pasado, la clase obrera disgustada por la cansina casta peronista cambio su foco nuevamente y busco a un salvador. Esto no es sorpresa para nadie: la economía Argentina salió aún más debilitada de la pandemia de lo que estaba antes, con un modelo sostenido por la pura emisión monetaria inflacionaria y, por ende, aumentando la misera sobre la clase obrera. La ineficiencia de los gobiernos peronistas para afrontar la economía llevó a que un presidente negacionista del cambio climático que sin pelos en la lengua llegó a decir: “una empresa puede contaminar un río todo lo que quiera”, sin proponer soluciones concretas sobre como solucionar las conocidas externalidades en la economía, llegase al poder.
¿Cómo se relaciona la situación económica y social de la Argentina con el ambiente? Veamos.
El capitalismo Argentino es un capitalismo chico, agrario y tardío. Sin ahondar detalladamente sobre este punto, pero el mismo nos permite entender mejor la economía actual. Chico por su poca capacidad de acumular y reproducir capital, esto se genera por su dependencia total a la principal rama eficiente de la economía: el agro; como consecuencia, lleva a que la renta diferencial obtenida por la exportación del agro sea utilizada para subsidiar a las otras ramas de la economía (la rama industrial) de forma tal que nunca se puede llegar a obtener la escala necesaria para competir en el mercado mundial. Sin embargo, en las últimas décadas, con la baja en la demanda del rojo gigante asiático (lo que en su momento caracterizo a nuestro país a crecer a tasas chinas) la economía comenzó a resentirse y el mecanismo de compensación cada vez es más flaco.
No obstante, parecería que existe una luz al final del túnel: esta luz proveniente del Noroeste. La actividad minera no es cosa nueva en nuestro país, desde la reforma constitucional del 94' (Art. 124), esta actividad vio un avance significativo en donde se les garantizó a las empresas mineras que invertían una menor regulación estatal y tributar casi nulos impuestos (3% en el caso del litio en Jujuy), favoreciendo al lobby. Esta dinámica de extracción de recursos naturales, en gran volumen o en alta intensidad, que están orientados esencialmente a ser exportados como materias primas sin procesar, o con procesamiento mínimo, es lo que llamamos extractivismo.
Pero entonces: ¿Qué hay de malo que un país acepte inversiones extranjeras para explotar recursos que el estado no puede (o no quiere…) aprovechar? Bueno, primero hay que entender que los tipos de extractivismo que ocurren en la Argentina (agro y minería) se expanden o contraen según los pulsos de la economía mundial. Como fue mencionado anteriormente, el avance de la frontera agropecuaria entre 2004–2011 tuvo un nombre: China. El aumento de la demanda llevó a que Argentina tenga un papel nada despreciable en la exportación de materias primas, algo que puede llegar a suceder con el avance de la demanda de tecnologías verdes y con la electro movilidad. Estos sin embargo, son beneficios que no van a quedar acá. Las inversiones de empresas transnacionales prometen trabajo y desarrollo, nada más lejos de la realidad. Los impactos macroeconómicos son casi nulos, generando significativos impactos a las poblaciones locales y pasivos ambientales que luego el estado provincial tiene que solucionar, con recursos acotados, sumando a la precarización de la mano de obra, con un mínimo sector de la población beneficiado por altos salarios.
Pero esto no impacta solo a los “animalitos” o a las comunidades “indígenas”, si es que existe algo por el estilo actualmente. Eduardo Gudynas, plantea el concepto de amputación ecológica para estos sitios explotados que pierden la capacidad recuperarse por los métodos propios de la naturaleza, por ejemplo la explotación en boca de mina o la “sojización” de grandes extensiones de campo. Consecuencia: sequías, contaminación hídrica y atmosférica, inundaciones, olas de calor, y por ende, disminución de la calidad de vida de la masa trabajadora. En términos generales y concretos: la Argentina (y Latinoamérica) se convierte en un proveedor intensivo de recursos naturales sin elaboración para el mercado mundial, desperdiciando territorio, naturaleza y vidas humanas sin siquiera dejar migajas para el estado. Esta primarización de la población lleva a una disminución de sectores productivos que requieran mayor complejidad tecnológica, los cuales generan empleo estable y de alto valor agregado.
Esto podría ir para rato y hay varios eslabones para ahondar con mayor detalle que quedaran para otros artículos. En conclusión, nos acercamos a un país con mayor desregulación y poco interés sobre la materia ambiental, y sí, eso te afecta. Hoy en día vivimos en un tiempo bastante raro, con figuras reconocidas internacionalmente negando a diestra y siniestra las consecuencias del componente ecológico sobre la vida de la clase obrera, homogeneizando y fragmentando a la misma para su propio beneficio. Pero bueno, siempre podemos irnos de vacaciones a Marte!.
